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En el acto 1, en la persona del hermano menor, Jesús nos da una descripción de pecado que todo el mundo reconoce. El hombre joven humilla a su familia y vive una vida auto-indulgente y disoluta. Está totalmente fuera de control, está alejado de su padre, que representa a Dios en la historia. Cualquiera que viva así será apartado de la presencia de Dios, algo con lo que los oyentes de la parábola estarían de acuerdo.
Seguimos con la segunda parte (ver parte 1) del capítulo del libro de Tim Keller, The Prodigal God. La base del libro de Keller y de este capítulo está en una de las parábolas más conocidas de Jesús:
Lucas 15:1-3, 11-32.2 hijos perdidos
En el acto 1, en la persona del hermano menor, Jesús nos da una descripción de pecado que todo el mundo reconoce. El hombre joven humilla a su familia y vive una vida auto-indulgente y disoluta. Está totalmente fuera de control, está alejado de su padre, que representa a Dios en la historia. Cualquiera que viva así será apartado de la presencia de Dios, algo con lo que los oyentes de la parábola estarían de acuerdo.
Sin embargo, en el acto 2, el énfasis está en el
hermano mayor. Es meticulosamente obediente a su padre, y por tanto, por
analogía, a los mandamientos de Dios. Lo tiene todo bajo control y es
bastante disciplinado. Así que tenemos 2 hijos, uno “malo” según los
estándares convencionales, y uno “bueno”, pero ambos están alejados del
padre. El padre tiene que salir fuera e invitar a cada uno de ellos a
recibir su amor y entrar en la fiesta. Así que no hay sólo un hijo
perdido en esta parábola –hay 2.
Pero el acto 2 llega a una conclusión impensable. Jesús, quien cuenta
la historia, deja de forma deliberada al hermano mayor en su estado de
alienación. El “hijo malo” entra a la fiesta de su padre pero el “hijo
bueno” no. El amante de prostitutas es salvo, pero el hombre de rectitud
moral sigue perdido. Eso era darle la vuelta a todo lo aquella gente
que había oído hasta entonces.
Pero Jesús no se queda ahí. Todavía dice algo más chocante. ¿Por qué el hermano mayor no entra? Él mismo da la razón: “Porque nunca te he desobedecido”
El hermano mayor no está perdiendo el amor del padre a pesar de su
bondad, sino por su bondad. No son sus pecados lo que crea una barrera
entre él y su padre, es el orgullo que tiene respecto a sus logros
morales; no son sus malos actos sino su justicia la que lo mantiene
lejos de compartir la fiesta del padre.
¿Cómo puede ser esto? La respuesta es que el corazón de los hermanos,
y los 2 modelos de vida que representan, son más parecidos de lo que
aparentan.
¿Qué era lo que más quería en la vida el hermano menor? No podía soportar tener que compartir los recursos de
su familia bajo la supervisión de su padre. Quería tomar sus propias
decisiones y tener el control total de su parte de riqueza. ¿Cómo lo
consigue? Con una demostración de poder, un desafío flagrante a los
estándares de su comunidad, una declaración de completa independencia.
¿Qué era lo que más deseaba el hermano mayor? Si pensamos en ello,
nos damos cuenta de que quería lo mismo que su hermano. Estaba tan
resentido con su padre como el hermano menor. También él quería las
cosas de su padre en vez de a su padre mismo. Sin embargo, mientras el
hermano menor se fue lejos, el hermano mayor se quedó cerca y “nunca desobedeció” Esa era su manera de tomar el control. Su petición secreta es, “Nunca te he desobedecido, por lo tanto ahora tu tienes que hacer cosas en mi vida de la manera que yo quiero que se hagan”
Los corazones de ambos hermanos eran iguales. Ambos hijos no
toleraban la autoridad de su padre y buscaron maneras de salir de debajo
de ella. Ambos querían entrar en una posición en la que decirle a su
padre cómo hacer las cosas. Ambos, en otras palabras, se rebelaron
–pero uno lo hizo siendo muy malo y el otro siendo muy bueno. Ambos
estaban alejados del corazón del padre, ambos eran hijos perdidos.
¿Te das cuenta de lo que Jesús está enseñando? Ninguno de los hijos
amaba al padre en si mismo. Ambos estaban usando al padre para sus
propios objetivos egoístas en vez de amarle, disfrutar de él, y servirle
por amor a él. Eso significa que te puedes rebelar contra Dios y estar
alejado de Él o bien por romper sus normas o bien por mantener sus
normas de forma estricta.
Es un mensaje impactante: la obediencia severa a la ley de Dios puede ser una estrategia para rebelarse contra Dios.
Una comprensión más profunda del pecado.
Con esta parábola, Jesús nos da un concepto mucho más profundo del
pecado del que tendríamos si Jesús no hubiese contado esta historia.
Mucha gente piensa en el pecado como no llegar a cumplir las reglas de
conducta de Dios, pero, aunque no es menos que eso, la definición del
pecado que ofrece Jesús va más allá.
En su novela Sangre sabia, Flannery O’Connor dice de su personaje Hazel Motes que “había una profunda, oscura, innombrable convicción en él de que la forma de evitar a Jesús era evitar el pecado”
Esto es algo muy perspicaz. Puedes evitar a Jesús como salvador
guardando todas las normas morales. Si lo haces, entonces tienes
“derechos”. Dios te debe respuestas a tus oraciones, una buena vida, un
“pasaje hacia el cielo” cuando mueras. No necesitas a un salvador que te
perdone por pura gracia, tu mismo eres tu propio salvador.
Esta actitud es claramente la del hermano mayor. ¿Por qué está tan
enfadado con su padre? Siente que tiene el derecho de decirle a su padre
cómo se deben utilizar las ropas, anillos, y los recursos de la
familia. De la misma manera, la gente religiosa suele vivir vidas
morales, pero su objetivo es influenciar a Dios, controlarlo, ponerlo en
una posición en la que ellos piensan que Dios les va a deber algo.
Por
tanto, después de toda su meticulosidad ética y piedad, se está en
realidad rebelando contra su autoridad. Si tú, como el hermano mayor,
crees que Dios debe bendecirte y ayudarte porque has trabajado muy duro
para obedecerle y ser una buena persona, entonces puedes ver a Jesús
simplemente como alguien que te ayude a ser mejor, como un buen ejemplo,
o incluso tu inspiración, pero no es tu Salvador. Estás siendo tu
propio salvador.
Continuará…
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