Mientras estudiamos el evangelio acerca de los doce discípulos, con nuestro hijo más pequeño, entendemos cómo el Señor se preocupó, fase por fase, de sus discípulos y cómo poco a poco les adoctrinó en el legado y en el servicio del apostolado para la obra del reino celestial.
Comprendemos cómo nuestro Salvador, el "Señor Jesucristo": primero nos llama, así tal cual nos encontramos, pues a Él no le importa de dónde vienes, si tienes o no una condición social o económica preponderante; nos atrae a su lado y le vamos conociendo.
Entendemos su sacrifico en la cruz y nos rendimos a sus pies, reconociendo nuestra humanidad pecadora y deseosa de perdón eterno; luego nos lava en su sangre redentora y nos sella con el Espíritu Santo.
Somos apartados para integrar la familia celestial, somos llamados sus hijos y Él es nuestro Padre celestial.
Depositamos toda nuestra confianza en él, y para estar aún más cercanos, nos instruye en su palabra día a día, con el poder del Espíritu Santo.
Nos establece, nos fija una posición y una labor.
Nos habilita y nos faculta para ejercer el legado de llevar el mensaje de salvación a otros.
¿Está preparándose a los pies de nuestro Señor, para salir a los campos a sembrar las buenas nuevas?
Si la pregunta le llama la atención entonces es hora de que se aproxime al Señor y deje que le instruya en su palabra.
Tome un tiempo para hablar con su Salvador y escuche su voz.
¡Dios le bendiga!
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