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jueves, 24 de diciembre de 2020

" Por eso Vino Él "

Deseamos a nuestro lectores que Dios consuele sus corazones,
 otorgue paz y renueve su gozo, que vuestros pensamientos sean centrados en la gracia otorgada por el Redentor de nuestras vidas y que a pesar de las circunstancias siempre confiemos que Dios es sabio y que tiene el control de todo lo que ocurre con un propósito eterno, y aquel que aún no le conoce como Señor y Salvador pueda conocerle hoy .
¡Felíz Navidad y Dios les bendiga! 


                                                  Conjunto: "Vocal Grace".

                                                       "Por Eso Vino Él"

"El gozo que nada ni nadie nos puede quitar"


                                   Foto cortesía de Olimar de Pirela

                            

El gozo que nada ni nadie nos puede quitar

No temáis porque he aquí os doy nuevas de gran gozo... os ha nacido hoy un Salvador que es Cristo, el Señor (Lucas 2:10-11).

Esta es la Navidad más extraña en mucho tiempo. Es una Navidad diferente, triste para muchos que han perdido seres queridos y llena de incertidumbre para todos. El dolor y la ansiedad flotan en el ambiente. Buscamos, necesitamos, alguna buena noticia.

Hace unos días se disparó la euforia en las bolsas; la cercanía de la vacuna levantó el ánimo de la gente. Por fin una buena noticia. Y ciertamente la vacuna nos ayuda a ver más cerca el final del túnel, pero ¿es suficiente?

El escritor irlandés Chesterton comparaba nuestra vida a un círculo con dos partes, el centro y la periferia. En el cristiano el centro está ocupado por el gozo, mientras que la tristeza es periférica; en la persona no creyente (ateo o agnóstico) ocurre a la inversa: la alegría es periférica y la tristeza, el vacío, ocupa el centro. ¿Qué significa ello en la práctica? El creyente puede pasar malos momentos, las circunstancias pueden ser muy duras, pero sabe que toda prueba es “periférica”; en el centro de su vida hay gozo. La persona sin fe, por el contrario, puede pasar buenos momentos, pero en el fondo de su vida persiste el dolor, hay una pena, un vacío.

La alegría por la vacuna o cualquier noticia humana, por buena que sea, pasará porque es periférica. La verdadera buena noticia, la que ocupa el centro del círculo y llena nuestra vida es:

No temáis porque he aquí os doy nuevas de gran gozo... os ha nacido hoy un Salvador que es Cristo, el Señor. Este es el mensaje de la Navidad.

Vamos a considerar tres aspectos de este gozo de la Navidad respondiendo a tres preguntas:

  • ¿Qué es? Su naturaleza
  • ¿De dónde viene? Su origen
  • ¿Cómo se mantiene? Su visión
  • Conclusión: Su resultado: trae paz

1. Su naturaleza: es más que alegría

¿Qué es? El gozo del cristiano tiene una naturaleza distinta y distintiva.

El gozo no es lo mismo que la alegría. La alegría se siente, el gozo se tiene. La alegría es una emoción; el gozo es una actitud ante la vida. La alegría, como todas las emociones, es pasajera, transitoria, depende de las circunstancias y se puede perder; el gozo no te lo puede quitar nadie.

La alegría pertenece al campo de la mente, de la psique. El gozo, por el contrario es un estado del alma, no reside en la mente sino en el corazón.

El gozo es más profundo que la alegría; permanece aún en medio del dolor. Es más, mientras que la alegría se hace fuerte en el bienestar, el gozo se robustece en la prueba. ¡Divina paradoja! Se puede tener gozo en la tristeza. Yo puedo estar llorando y tener, conservar, el gozo porque las lágrimas no apagan el gozo. El gozo sólo lo apaga la amargura, su mayor enemigo.

Por ello hoy, en esta extraña y triste Navidad, sean cuales sean nuestras circunstancias personales, podemos decir: no me siento alegre, pero tengo el gozo del Señor, ese gozo que no viene de dentro sino de arriba. Ello nos lleva a considerar su origen.

2. Su origen: es cristocéntrico

¿De dónde viene? ¿Cuál es el origen y la causa del gozo?

Al ver la estrella se regocijaron con muy grande gozo (Mateo 2:10).

Nuestro gozo va inseparablemente unido a la estrella que brilló el día de la primera Navidad en Belén; no era la estrella en sí sino lo que la estrella significaba: Dios ha venido a este mundo para morir y, por su muerte, darnos vida. Como anunciaba el ángel, Jesús es Salvador y Señor. La causa número uno de nuestro gozo es la salvación, por ello hablamos del gozo de la salvación.

El carácter cristocéntrico del gozo se hace evidente en un detalle muy significativo: la estrecha relación entre las palabras gozo (jara) y gracia (jaris). El gozo es una manifestación práctica de la gracia de Dios. Por ello está por encima de las circunstancias personales y no depende de ellas; no es fruto de un esfuerzo humano, sino del amor divino, no se consigue con ninguna técnica de relajación sino con los recursos que vienen de Dios.

Veamos en más detalle este origen sobrenatural del gozo. El gozo de Cristo fluye hasta nosotros mediante:

  • Una posiciónregocijaos EN el Señor siempre (Fil. 4:4). Estar en Cristo, unidos a Cristo, es condición indispensable.
  • Una acción: la obra transformadora del Espíritu Santo produce gozo como parte de su fruto (Gá. 5:22).

Estar en Cristo y dejarnos guiar por el Espíritu Santo es el camino para estar llenos de gozo. Este ha de ser nuestro anhelo y oración.

La estrella que brilló el día de la primera Navidad alcanzará su máximo fulgor un día en el Cielo, aquel día cuando Cristo mismo nos alumbrará con su luz (Ap. 21:23). Ello nos lleva a nuestra última pregunta: ¿Cómo se puede mantener el gozo?

3. Su visión: se nutre de esperanza

Poco antes de su muerte Jesús preparó a sus discípulos con estas emocionantes palabras: Vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo (Jn. 16:22).

Con esta formidable promesa de Jesús llegamos al clímax de nuestro tema y al corazón mismo del gozo: el gozo se nutre de esperanza.

El gozo del cristiano se inauguró con la primera venida de Cristo al mundo, la Navidad, y será completo, perfecto, con su segunda venida en gloria, la Parousia. Dos hechos, dos eventos en la Historia de la salvación enmarcan nuestro gozo y son su garantía. Nada ni nadie nos puede quitar este gozo porque no depende de hombres, depende de los hechos salvíficos de Dios, hechos objetivos encarnados en la Historia. Por ello Jesús afirma con énfasis, aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo (Jn. 16:20).

El gozo de Cristo requiere una visión adecuada, como los sabios de Oriente que al ver la estrella se regocijaron con muy grande gozo. Ello nos obliga a poner la mirada en el cielo y no en el suelo. El gozo no viene de dentro, viene de arriba. Los ojos de la fe y no los ojos de la introspección son los que de verdad nos levantan el ánimo.

Esta visión pone la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra (Col. 3:2). Y fue la visión de Moisés quien tenía puesta la mirada en el galardón... y se sostuvo como viendo al Invisible (Heb. 11:26-27).

El apóstol Pablo describe esta espera gozosa con una triple actitud: Gozosos en la esperanza, sufridos en la tribulación; constantes en la oración (Ro. 12:12). ¡Formidable tridente divino que nos permite transitar con fortaleza por los valles de la vida!

Conclusión: el gozo trae paz

El gozo es inseparable de la paz. No es casualidad que el texto que anuncia la Navidad empiece con estas dos palabras: «No temáis...». El gozo y la paz van juntos como cogidos de la mano. El gozo trae paz y la paz aumenta el gozo en un divino feedback.

El orden del relato bíblico en Lucas 2 enfatiza esta asociación: Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de huestes celestiales que decían: ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz! (Lc. 2:13-14).

Jesús es no sólo Admirable Consejero, Dios Fuerte, y Padre Eterno, también es Príncipe de Paz (Is. 9:6). Los nombres, reflejo de su identidad, culminan con «Príncipe de Paz».

También las primeras palabras del Jesús resucitado a sus discípulos reunidos fueron: Paz a vosotros... y los discípulos se regocijaron (Jn. 20:19-26) (hasta tres veces se repitió esta expresión que iba mucho más allá de un saludo de cortesía).

Sí, Jesús trae a nuestra vida una paz y un gozo profundos. Por ello hacemos nuestras las palabras de Teresa de Ávila en un memorable himno, “por nada te acongojes, nada te turbe; venga lo que venga nada te espante”. Este himno empieza precisamente así: “Eleva el pensamiento, al cielo sube”. La mirada al cielo alimenta nuestro gozo y trae paz a nuestra alma.

Los sabios de Oriente al ver la estrella se regocijaron con muy grande gozo. Pero hicieron algo más: respondieron a la visión con adoración y gratitud. Su experiencia se ha repetido después en miles de personas y nos enseña el camino de la fe: adorar y dar gracias. En palabras de F.F. Bruce, en el Evangelio la teología es gracia y la ética, gratitud. Esta es la esencia de la fe cristiana.

He aquí os doy nuevas de gran gozo... os ha nacido hoy un Salvador que es Cristo, el Señor. En esta Navidad te puede faltar la alegría, pero no el gozo, puedes estar ansioso, pero vivir con la paz de Cristo. Deja que esta sea tu experiencia también, deja que Cristo llene de gozo tu vida en esta Navidad. Entonces podrás cantar “Me gozo en Jesús que su trono de luz dejó por comprar mi salud (salvación) en la cruz. ¡Aleluya el Cordero!.”

                                        Pablo Martínez Vila

        

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